La Sábana Santa y la Iglesia

 

Volvamos al año 33 d.C. Una tradición nos dice que el apóstol Pedro conservó en su poder la Sábana con que envolvieron el cuerpo muerto de Jesús. Es posible y probable que la haya recogido en el sepulcro al comprobar que el cuerpo había desaparecido y la haya llevado para mostrarla a los otros discípulos. Pero el Evangelio no dice nada y esto ha sido un argumento para negar la autenticidad de la Síndone. En cuanto al razonamiento de que si se hubiera conservado  la Sábana en la que estaba grabada la imagen de Jesús, tal circunstancia no podría dejar de constar en el Evangelio, la mayoría de los estudiosos sostienen que los evangelistas no recogen todos los detalles y menos uno que podría tener implicancias que podrían ser interpretadas como contrarias a la Ley. Asimismo, algunos científicos sostienen que la imagen de la Sábana pudo permanecer en estado latente durante cierto tiempo, es decir, que si bien la causa de la impronta tuvo lugar en el sepulcro, la imagen pudo haberse ido mostrando lentamente con el paso del tiempo.  

Año 1983. Muere en el exilio Humberto II de Saboya,  último rey de Italia que fuera depuesto al proclamarse la República. En su testamento transfiere la plena propiedad de la Santa Síndone a la Santa Sede. Después de exactamente diecinueve siglos y medio la Sábana de Cristo vuelve a Pedro en las manos de su sucesor, el papa Juan Pablo II.

Referente a la autenticidad de la Síndone cabría ahora preguntarnos: ¿La .Iglesia, que ha aceptado con beneplácito la donación de la Sábana de Turín, reconoce que efectivamente es la tela que envolvió el cuerpo de Jesús en el sepulcro? La respuesta nos parece simple. La Iglesia no se ha pronunciado sobre la autenticidad de la Sábana Santa, y pensamos que no lo hará nunca, porque su misión es otra: decidir sobre cuestiones de la fe y la moral, pero no autenticar reliquias.

De cualquier modo es interesante saber qué ha dicho la Iglesia sobre la Síndone durante tantos siglos.

La referencia documentada más antigua la tomamos del investigador inglés Maurus Green, citado por Robert Wilcox, quien menciona un sermón de Esteban III, que sería elegido papa en 769, donde nos dice: “Pues el mismo mediador entre Dios y los hombres... extendió todo su cuerpo sobre una tela blanca como la nieve, sobre la cual la gloriosa imagen de la faz del Señor y todo el largo de su cuerpo quedaron tan divinamente transformados para que quienes no pudieron ver al Señor físicamente en la carne fuera suficiente con ver la transfiguración operada en la tela”... “Esa tela, pese al tiempo transcurrido , se mantiene incorrupta en Siria mesopotámica, en la ciudad de Edesa, dentro de la gran iglesia.”

La Santa Síndone registra una secular veneración, acompañada por la Iglesia, especialmente desde que ha estado en poder de la casa de Saboya.

Si bien en tiempos de los Charny (1389) el obispo diocesano había tratado de prohibir su veneración alegando que la tela era pintada, el Papa terminó autorizando su exposición pública con ciertas limitaciones y hasta concedió indulgencias, hechos que actualmente se los juzga como discusiones normales de esos tiempos y que no representan el juicio de la Iglesia.

Posteriormente, el 4 de mayo de 1506 el papa Julio II aprueba el texto y oficio de la misa en honor de la Santa Síndone.

Las ostensiones de los últimos tiempos han sido motivo de peregrinaciones, cada vez más numerosas a medida que los medios de comunicación lo fueron permitiendo. Todas las ostensiones han sido bendecidas por la Iglesia, especialmente las del siglo XX, cuando luego de la primera fotografía quedaron pocas dudas sobre la autenticidad de la Síndone.

El 23 de noviembre de 1973 se hizo la primera ostensión televisiva. En el mensaje inaugural el papa Pablo VI decía: “Cualquiera sea el juicio histórico y científico que valientes estudiosos quieran expresar sobre esta sorprendente y misteriosa reliquia, no podemos eximirnos de hacer votos que lleven a conducir a los visitantes no solamente a una absorta observación sensible de los lineamientos exteriores y mortales de la maravillosa figura del Salvador, sino también introducirnos en una penetrante visión de su recóndito y fascinante misterio.”

Con todo, debemos decir que pasaron 165 años sin que ningún papa fuera a Turín a venerar la Sábana Santa. Las razones han sido evidentemente políticas; recordemos que los papas se consideraron prisioneros en Roma, desde que los Saboya se apoderaron de los Estados Pontificios hasta 1939 en que diplomáticamente se terminó la disputa con la firma del Tratado de Letrán. El último papa en venerar personalmente la Sábana Santa había sido Pío VII, en 1804, a su paso por Turín, cuando viajó a París para la coronación imperial de Napoleón. Once años más tarde durante el reinado de los cien días, Roma fue ocupada por las tropas napoleónicas y el Papa se exilió precisamente en Turín, amparado por Víctor Manuel I, quien dispuso en honor a su huésped una ostensión pública de la Síndone. 

Desde entonces ningún papa había vuelto a Turín, si bien en 1898 el futuro Pío XI participó en la ostensión de ese año como simple sacerdote, y en setiembre de 1978, el cardenal Wojtyla, arzobispo de Cracovia veneró la Sábana Santa como un peregrino más.

En 1980, cuando la primera visita pastoral a Turín de Juan Pablo II, se dispuso una ostensión privada para el nuevo Papa. Recordamos un concepto de su homilía en la Plaza de la Catedral: “Reliquia, tan insólita y misteriosa como la Sábana Santa, un extraordinario testigo -si hemos de aceptar los argumentos de tantos hombres de ciencia- de la Pascua: de la Pasión, de la Muerte y de la Resurrección. Testigo mudo, pero al mismo tiempo asombrosamente elocuente.”

Juan Pablo II también peregrinó a Turín durante las ostensiones públicas de 1998 y 2000. En  1998 se refirió a la Sábana Santa como tema pastoral, dejando de lado aquel de la autenticidad, encomendando a los científicos la tarea de continuar las investigaciones para encontrar respuestas a los interrogantes relacionados con la Síndone.

Extractamos de su amplia homilía: “Para el creyente cuenta sobre todo el hecho de que la Sábana es espejo del Evangelio. En efecto, si se reflexiona sobre este lienzo sagrado, no se puede prescindir de la consideración de que la imagen presente en él tiene una relación tan profunda como cuanto narran los Evangelios sobre la Pasión y Muerte de Jesús”... “Es justo alimentar la conciencia del precioso valor de esta imagen, que todos ven y nadie, por ahora, logra explicar”... “Que el Espíritu de Dios, que habita en nuestro corazón, suscite en cada uno el deseo y la generosidad necesarios para acoger el mensaje de la Sábana Santa y hacer de él el criterio inspirador de su existencia”.