Últimas objeciones a la autenticidad de la Síndone

 

Cada tanto aparece en la prensa alguna teoría que, partiendo de un hecho real o supuesto, pretende demostrar que la Sábana de Turín fue confeccionada en la Edad Media y, en consecuencia, no puede ser la mortaja de Cristo.

         Por ejemplo, alguien creyó descubrir que la imagen del Hombre de la Sábana estaría hecha con una técnica que denominó “difumino leonardesca” y que la Síndone había sido pintada por Leonardo da Vinci. Luego se dijo que ese rostro tan sugestivo era el autorretrato del mismo Leonardo. Con esta teoría se publicaron muchos artículos periodísticos y hasta se grabó un video que recorrió las pantallas de los televisores del mundo con sugestiva rapidez.

         Ni el autor de la teoría, ni los medios, tuvieron en cuenta que la Síndone era conocida en Lirey en 1356; tampoco que al ser recibida en 1453 por el duque de Saboya se firmó un acta pública, y que Leonardo nacido en 1452 era entonces un bebé de once meses.

         También se dijo que un gran artista había pintado la imagen sobre un lienzo y que estando aún la pintura fresca, lo había aplicado sobre la Sábana, resultando en consecuencia una imagen negativa. El disparate no duró mucho ya que ningún color al ser transferido por contacto a una copia deja una imagen negativa de sí mismo.

         Muy recientemente hemos leído que dos científicos rusos establecieron que la Síndone habría sido impregnada con aceites de oliva y de lino, cuando las monjas clarisas le cosieron los conocidos parches para tapar los agujeros consecuencia del incendio de 1532. Dicho aceite debió incorporar nuevo C14 a la tela rejuveneciendo su edad radiocarbónica, y ésta sería la causa del error de datación de 1982.

Tras cartón, otros dos rusos también científicos, estudiaron el tema y concluyeron que la variación de la edad de la tela por el aporte de aceite  no podía ser de más de cuarenta años. De modo que el análisis de 1982 tenía ese error de solamente cuarenta años, pero lo mismo la Sábana seguía siendo medieval. Naturalmente, los medios en todo el mundo publicaron de inmediato la noticia con mucho relieve.

Pero analizándola brevemente advertimos que nunca se dijo que para coser los parches y la tela soporte se haya usado aceite. Tampoco en los estudios del STURP de 1978, se menciona presencia de aceite alguno. Los análisis, especialmente los expectrométricos, fueron tan exhaustivos que, por ejemplo descubrieron  rastros de roca aragonita especialmente en la zona de las rodillas y en la frente de la imagen, como hemos visto. Y recordemos que las calles de Jerusalén estaban embaldosadas con lajas de aragonita; lo que en cierta forma contribuiría a confirmar que el Hombre de la Sábana podría ser Jesús, quien, según la tradición sufrió varias caídas cuando portaba la cruz. Precisamente el informe del STURP fue la razón por la cual  no se consideró verosímil la versión de que la Síndone, durante una ordalía o juicio de Dios practicada en Bélgica en el siglo XV,  habría sido habría sido hervida en aceite y luego frotada para ver si se borraba la imagen y así comprobar su autenticidad.

De cualquier forma, si se hubiera utilizado aceite para coser los parches, esa modificación de cuarenta años de la edad radiocarbónica no sería relevante. Lo que sí resulta muy importante es el “Fire simulating model, también realizado en Moscú por Kuznetsov, quien demostró que el incendio de 1532 alteró sustancialmente el contenido de C14..

No podemos dejar de reflexionar, que con tal de demostrar (aunque sea por corto tiempo hasta que se prueba lo contrario) que la Sábana no fue la mortaja de Cristo, siempre haya quienes apelen a golpes bajos. En este caso es evidente que el objetivo es restar importancia a los estudios de Kuznetsov y para ello aparecen dos científicos rusos que prefabrican una hipótesis e , inmediatamente, otros dos rusos, científicos también, demuestran que el aceite no ha modificado le edad radiocarbónica de la Sábana en más de cuarenta años. Así se deja de lado los más de 1000 años que el fuego de 1532 rejuveneció la Síndone, según lo demostró Kuznetsov.

 

Autenticidad de la Sábana

Dictamen científico actual

 

Podemos decir que la comunidad científica que concurre a los congresos y simposios concluye que las tesis presentadas hace tiempo, contrarias a su autenticidad no son persuasivas. En particular, el examen con radiocarbono de 1988 está viciado por muchas razones; una, definitiva que no hemos mencionado, es que se ha forzado la elaboración estadística de los números  obtenidos, que nunca fueron publicados en detalle, y que dan lugar a dudas sobre los resultados. Hay otros científicos que, como hemos visto, dudan de la autenticidad de alguna de las otras dos de las muestras analizadas por los laboratorios. Asimismo la evidente no adecuada conservación de la Síndone ha debido modificar el contenido del radioisótopo, falseando su datación.

Frente a ello, los exámenes textiles y merceológicos, la fotografía y la elaboración electrónica, los análisis físicos, microquímicos y forenses hematológicos excluyen totalmente que sea una pintura y prueban que el causante de la imagen no puede ser otro que el cuerpo de un hombre torturado y crucificado.

La investigación científica lleva a la conclusión de que la Sábana de Turín  y su impronta son exactamente como debían ser si se tratase del verdadero y auténtico lienzo funerario de Jesús de Nazaret.

Esto fue tratado en varios congresos y simposios que concluyeron definiendo el status científico de la Sábana de Turín.

El Simposio de París de 1989 desautorizó la datación con el C14 de 1988, mostró lo erróneo de los resultados y dejó documentado que no había falsedad en la Síndone; esto último fue aceptado por el mismo Michel Tite del British Museum, coordinador de la datación con el C14.

El Simposio Internacional de Roma de 1993 reunió a los más calificados estudiosos del tema, y concluyó estableciendo la autenticidad de la Síndone e hizo suyos los trabajos presentados sobre la cuestión. Especialmente el esquema de status científico de Arnaud-Aaron Upinsky, con el siguiente desarrollo epistemológico: una falsificación implica un falsificador, un motivo y una técnica. La Sábana existe y la imagen que contiene requiere alguien o algo que la haya generado.

Un pintor o artista no pudo ser el generador. Se ha demostrado sin lugar a la más mínima duda que la imagen no está producida con pintura ni ningún elemento de creación artística. La celulosa de las fibras ha sido alterada por deshidratación y oxidación, habiéndose transformado en alfa y beta carbonyl, y solamente en la superficie anterior de las fibrillas, en una imagen no visible a menos de 4 metros de distancia. Ya desde 1978 el  dictamen del Sturp es concluyente: no es una pintura.

Que el generador haya sido un falsario es imposible. Lo prueba la consideración anterior y el hecho que con toda la técnica disponible en la actualidad no ha resultado posible reproducir la impronta, ni siquiera una porción de ella. Los resultados obtenidos las numerosas veces que se lo ha intentado han sido deprimentes. Menos lo podría haber logrado un falsificador medieval.

Pero, además, la falsificación implica tareas imposibles de coordinar y realizar ahora y mucho menos en la Edad Media; entre otras dificultades el falsificador tendría que haber conseguido una tela con las características de las tejidas en Medio Oriente en el siglo I; pasearla por Jerusalén, el Mar Muerto, Edessa y Constantinopla, para que recoja en primavera los pólenes de la vegetación de cada lugar; grabar sobre ella -hoy todavía no sabríamos cómo- la imagen sin el menor error, de un cuerpo humano crucificado; aplicarle sangre humana en perfecta coincidencia con las heridas de donde habría surgido, de heridas visibles a simple vista,  pero  también de las visibles solamente con sofisticada iluminación moderna; y con la dificultad insalvable de que como debajo de las manchas de sangre se ha verificado que no hay imagen, tendría que haber dejado espacios vacíos en la imagen para poner allí sangre; las dificultades para hacer las manchas de sangre hubieran sido aún mucho mayores porque el falsificador debería distinguir entre sangre premortal y postmortal, tampoco podría tener la menor idea de diferenciar en su trabajo la doble circulación de la sangre, de la que la ciencia tuvo conocimiento siglos después, pero cuyos efectos se perciben en la distribución de la sangre en la Sábana.      

El generador de las improntas de imagen y sangre necesariamente debió ser el cadáver de un crucificado ya que nadie podría dudar de que la imagen es la de un hombre crucificado, impresa de alguna forma en la tela, hasta el  momento no sabemos cómo.

Queda como única posibilidad que el generador de la imagen sea el cuerpo muerto de Jesús de Nazaret. Ya lo había afirmado hace cien años Yves Delage, al demostrar ante la Academia de Francia que hay una coincidencia total sin falla alguna entre el relato evangélico con la Sábana Santa, sin necesidad del cálculo de probabilidades que los matemáticos hicieron medio siglo después.

En el Simposio de Roma se llegó a aceptar una última proposición, aunque entendemos que no en forma unánime: que el generador de la imagen es Jesucristo, no solamente su cuerpo muerto sino resucitado. Esta quinta alternativa, de cualquier modo excede el marco del objeto de nuestro vídeo, porque la posibilidad se aleja de las ciencias naturales a las cuales nos limitamos.

De cualquier modo daremos la explicación correspondiente. En la Sábana se comprueba que hay manchas de sangre humana. Los coágulos se forman estando  en contacto la tela con la piel. El cuerpo se separó de la tela estando necesariamente la sangre en un estado de aglutinación antes de haberse solidificado y antes de que se iniciara el natural proceso de descomposición del cuerpo, ya que no se encontró en la Sábana ningún signo de putrefacción. Pero los coágulos al separarse el cuerpo de la tela tendrían que haberse roto. Sin embargo están perfectos hasta en sus bordes.

Transcribimos lo dicho años antes por el cirujano francés doctor Pierre Barbet. “Este sudario amortajó durante algunas horas un cadáver cubierto de llagas. Hasta ahora nadie ha podido explicarnos cómo pudo ser retirado de allí quedando intactas y hermosas tanto la impronta del cuerpo como las huellas de sus sangrados. Nadie lograría hacerlo con el cadáver de otro sin estropearlas, sin embargo los calcos del Sudario se mantienen intactos, enteros, reproduciendo la imagen familiar de un coágulo normal.”

Es decir, el cuerpo se separó de la tela sin que ésta haya sido levantada, ni desatada La única explicación sería que el cuerpo se desmaterializó.

Pero desmaterialización no es exactamente lo que el cristianismo, y en particular la Iglesia, entiende por resurrección. Un cuerpo resucitado, al que llama cuerpo glorioso o espiritual se define con características muy superiores al concepto de cuerpo desmaterializado. Y para algunos autores Jesucristo hasta podría haber resucitado sin que necesariamente su Cuerpo mortal tuviese que haber desaparecido. Su alma inmortal es la que vivifica un cuerpo ahora sí inmortal, completamente distinto, digamos de otra naturaleza, de un nuevo estado.

Pero nos habíamos detenido en la ponencia anterior hecha suya por el Simposio de Roma. El cuarto posible generador de la imagen es sin duda alguna Jesús de Nazaret, que es lo que hemos venido estudiando y para nuestro objeto es suficiente.

El generador nos ha dejado en la Sábana la imagen del cuerpo y mucho mejor definido el rostro de Jesús. La ciencia sólo ha podido probar que no se trata de una falsificación, de un arte-facto. Aunque todavía se ignora cómo se trasladó la imagen del cuerpo a la tela, todos los detalles ratifican la figura evangélica de Jesús de Nazaret crucificado.

Esa imagen borrosa y confusa que los hombres vieron durante diecinueve siglos ahora, con la ayuda de las técnicas de fotografía y computación,  la contemplamos nítida y definida.