LUJAN - BUENOS AIRES

En una carreta que viajaba hacia el interior del país, en tiempos de la Colonia se transportaba la imagen de una virgen. Al llegar a las proximidades del río Lujan la carreta se detuvo por una fuerza misteriosa contra la que no pudieron las dos yuntas de bueyes que la arrastraban. Eso hizo que el boyero decidiera aliviar el peso de la carga. A pesar del escaso tamaño de la Virgen, en el momento que bajaron el cajoncito que la transportaba, los bueyes insinuaron la posibilidad de reanudar la marcha, por lo que intentaron acomodarla nuevamente entre la carga pero, al subirla, nuevamente la carreta torno a detenerse. Descendida por segunda vez la imagen, una vez más el vehículo pudo andar. Parecía imposible que el pequeño envoltorio y su mínimo peso impidieran la reanudación. El boyero entendió entonces que, lo Único que podía impedir la continuidad de la marcha, era el deseo de la Virgen en el sentido de quedarse en ese lugar. Hecha la prueba de volver a descenderla y comprobar una vez más que la carreta reanudaba inmediata de la marcha, tanto el boyero como el encargado de la carga decidieron que, el único impedimento para continuar no era otra cosa que un deseo de la Virgen de quedarse ahí. Todo esto habían sucedido frente a la estancia de un tal Rosendo quién, cuando le explicaron lo que deseaban hacer, no solo les agradeció que eligieran su propiedad para eso  si no que, inmediatamente le dedico a la Virgen un negrito para cuidarla y encargarse de mantener encendida una lámpara, al pie del oratorio que, cada vez fue mas popular a raíz de los milagros que, según relata Vigo, comenzaron a registrarse. Hoy, el camarín conserva la imagen de la Virgen y la lámpara votiva que lo complementa, hecha con el oro y la plata de los votos a la milagrosa ; es testimonio de la fe que muchos le tienen. Ese "buen negrito" no era otro que el negrito Manuel, como cariñosamente se lo llama, que dedicó su vida a cuidar la imagen de María como verdadera Madre.