Canción de San Juan de la Cruz
¡Oh llama de amor viva,
que tiernamente hieres
de mi alma en el más profundo centro!;
pues ya no eres esquiva,
acaba ya, si quieres;
rompe la tela de este dulce encuentro.
¡Oh cauterio suave!
¡Oh regalada llaga!
¡Oh mano blanda! ¡Oh toque delicado!,
que a vida eterna sabe
y toda deuda paga;
matando, muerte en vida la has trocado.
¡Oh lámparas de fuego,
en cuyos resplandores
las profundas cavernas del sentido,
que estaba oscuro y ciego,
con extraños primores,
calor y luz dan junto a su Querido!
¡Cuán manso y amoroso
recuerdas en mi seno,
donde secretamente solo moras,
y en tu aspirar sabroso de bien y gloria lleno,
cuán delicadamente me enamoras!
Oración
de Juan Pablo II
· Espíritu Santo, dulce huésped del alma, muéstranos el sentido profundo del
Gran Jubileo y prepara nuestro espíritu para celebrarlo con fe, en la esperanza
que no defrauda, en la caridad que no espera recompensa.
· Espíritu de verdad, que conoces las profundidades de Dios, memoria y profecía
de la Iglesia, dirige la humanidad para que reconozca en Jesús de Nazaret el Señor
de la gloria, el Salvador del mundo, la culminación de la historia.
VEN, ESPÍRITU DE AMOR Y DE PAZ.
· Espíritu creador, misterioso artífice del Reino, guía la Iglesia con la
fuerza de tus santos dones para cruzar con valentía el umbral del nuevo milenio
y llevar a las generaciones venideras la luz de la Palabra que salva.
· Espíritu de santidad, aliento divino que mueve el universo, ven y renueva la
faz de la tierra. Suscita en los cristianos el deseo de la plena unidad, para
ser verdaderamente en el mundo signo e instrumento de la íntima unión con Dios
y de la unidad del género humano.
VEN, ESPÍRITU DE AMOR Y DE PAZ.
· Espíritu de comunión, alma y sostén de la Iglesia, haz que la riqueza de
los carismas y ministerios contribuya a la unidad del Cuerpo de Cristo, y que
los laicos, los consagrados y los ministros ordenados colaboren juntos en la
edificación del único Reino de Dios.
· Espíritu de consuelo, fuente inagotable de gozo y de paz, suscita la
solidaridad para con los necesitados, da a los enfermos el aliento necesario,
infunde confianza y esperanza en los que sufren, acrecienta en todos el
compromiso por un mundo mejor.
VEN, ESPÍRITU DE AMOR Y DE PAZ.
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Pentecostés
Espíritu Santo, fuerza que transforma autor: Carlos Diazs
Jesús en su interior
tiene al Espíritu Santo que es la fuerza de todos nosotros, pues nos impulsa a
caminar por esta vida llena de alegrías y varias veces de fracaso, el Espíritu
Santo es quien cuando vemos alguna necesidad nos impulsa a no ser indiferentes.
El Espíritu Santo muchos lo conocen como “el gran desconocido” cuando lo llevamos dentro desde que nos bautizan, él debe ser alguien muy conocido, pues cuando vemos que el mundo se nos cierra por problemas en el trabajo, familia, etc. El es nuestro impulso para resistir y para ver que en verdad no estamos solos aunque la situación se torne dolorosa.
Muchas veces por tener una ideología alejada de Dios no sabemos donde tomar consuelo y la persona cae en las malas influencias que lejos de ayudar destruyen a la persona y muchas veces a quienes lo rodean, es por eso que tenemos al Espíritu Santo porque el consuela y no mata al contrario es vida.
El Espíritu Santo es quien nos impulsa a hacer el bien, en verdad transforma es una maravilla no hay nada mas grande que el mismo espíritu de Jesús. Si vemos a alguien pidiendo limosna y sentimos una fuerza sin control de ayudar es el Espíritu Santo, el consolador, el amigo, la fuerza.
Si tenemos un dolor, acudir a él, si nos alegramos acudir para darle gracias, solo un alma llena del Espíritu Santo puede resistir al dolor que sin duda es un fiel acompañante en esta vida, pero que el Espíritu de Dios nos hace ver con ánimo y lo calma en las alegrías que por supuesto también hay en esta vida.
Este Pentecostés debemos recobrar nuestra mirada hacía Dios, dejando en tercer lugar lo material, pues cuando uno muere eso se queda pero las buenas obras, los momentos que vivimos viajes, alegrías, logros se van con nosotros y se sellan con la presencia del Espíritu Santo.
Muchas veces nos sucede que por estar pensando tanto en lo que nos rodea nos olvidamos de lo que realmente vale y solo nos damos cuenta de esto cuando lo perdemos.
El Espíritu Santo es lo que nos invita a saberle dar el lugar a las cosas, primero Dios y sus regalos en donde entraría, la familia, amistades entre otros y luego por último lo material que ciertamente necesitamos pero que no nos domine.
Hoy el mundo con tantas injusticias necesita personas que tengan el carácter de aceptar el reto de hacer algo positivo, nadie lo va a hacer por nosotros, debemos tomar la iniciativa de hacer algo bueno si vamos a pasar una sola vez por esta vida que valga la pena, en toda esta idea el Espíritu Santo será la fuerza que nos impulse a salir de nosotros mismos para hacer algo al estilo de Jesús y María, siendo así verdaderos Testigos del Espíritu Santo y de la Cruz.
¡Amar al Espíritu Santo y hacerlo amar!
Con María todo, sin ella nada